DIEZ ERRORES COMUNES EN EL MATRIMONIO Y CÓMO EVITARLOS

Abordaremos diez errores en el matrimonio y cómo evitarlos según la Palabra de Dios. La relación conyugal es un proceso de aprendizaje constante en el que todos cometemos errores, muchos de ellos comunes a cualquier matrimonio. Algunos pueden ser involuntarios, pero otros pueden evitarse con sabiduría y oración. Por eso, es importante reflexionar sobre los siguientes puntos para fortalecer la relación conyugal y prevenir conflictos innecesarios.

  1. Empezar a orar cuando el problema ya está avanzado

La falta de oración es uno de los errores más graves, porque al dejar de orar, comenzamos a desviarnos del camino. La oración nos ayuda a volver a encauzar nuestra vida. Pablo exhortó a la iglesia en Tesalónica: “Orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17). Esto implica mantener una actitud constante de oración, no solo cuando tenemos ganas o todo va bien. Orar nos ayuda a ocupar nuestra “mente en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3:2) y a cuidar nuestra relación con Dios y, por consiguiente, con nuestro cónyuge.

Orar sin cesar no significa estar arrodillados las 24 horas del día, sino tener una conciencia continua de la presencia del Señor Jesús. Es abrir nuestro corazón al Padre celestial en cada momento para contarle nuestras luchas, pensamientos y necesidades. ¡No esperes a orar hasta que el problema se vuelva inmanejable! El Señor siempre está dispuesto a escucharte.

  1. Descuidar el aspecto físico y abandonarse estéticamente

Aunque pueda parecer un tema superficial, cuidar el cuerpo es importante tanto para la pareja como para Dios. Vivimos en un mundo lleno de tentaciones, por lo que descuidar nuestro aspecto físico puede empujar a nuestra pareja a buscar fuera lo que no encuentra en casa.

“El cuerpo de ustedes es como un templo, y en ese templo vive el Espíritu Santo que Dios les ha dado… Por eso deben dedicar su cuerpo a honrar y agradar a Dios” (1 Corintios 6:19–20, NTV).

  1. Olvidarse del romanticismo

Las obligaciones y el ritmo de vida pueden apagar el romanticismo, pero debemos alimentarlo para mantener viva la llama del amor. El Cantar de los Cantares es un claro ejemplo bíblico de una relación apasionada entre esposos, en este caso, Salomón y la sulamita. Si bien algunos alegan que el libro representa la relación amorosa entre Dios y su pueblo (o Cristo y la Iglesia), no deja de ser un buen ejemplo de amor entre cónyuges que desean una relación apasionada y romántica.

Fomentar el romanticismo implica una comunicación expresiva, elogios sinceros y gestos de ternura que avivan el amor. Dios se agrada cuando los cónyuges se aman con palabras, gestos y detalles.

“¡Eres bella, amada mía! ¡Eres sumamente bella!” (Cantares 4:1, NTV).

“Y eso eres tú: ¡perfume agradable!” (Cantares 1:2–3, NTV).

  1. Irse a dormir enojados después de una discusión

El enojo puede ser una reacción natural a las cosas que nos molestan, pero no debe echar raíces en el corazón. “Si se enojan, no permitan que eso los haga pecar. El enojo no debe durarles todo el día” (Efesios 4:26, DHH). No resuelvas los problemas dejando que pasen los días: el enojo no resuelto da lugar al enemigo. Tú decides si el enojo te domina o tú lo controlas.

  1. Falta de respeto mutuo

El respeto mutuo es esencial en el matrimonio. Sin respeto, la relación se deteriora y aparecen las heridas emocionales. A veces no se trata de palabras hirientes, sino de gestos, desprecios o silencios que lastiman. El amor se demuestra también en cómo tratamos al otro, con dignidad, comprensión y aprecio.

“Esposas, sométanse a sus esposos… al observar su conducta íntegra y respetuosa” (1 Pedro 3:1–2, NVI).

“Esposos, sean comprensivos… tratando a su esposa con respeto… Así nada estorbará las oraciones de ustedes” (1 Pedro 3:7, NVI).

  1. Creer que siempre tenemos la razón

Creer que uno siempre tiene la razón es una expresión de soberbia. La humildad es clave para reconocer nuestros errores y crecer como pareja. Si tu cónyuge está fallando en algo, no lo critiques ni juzgues: ayúdalo con amor y oración.

No importa quién tiene la razón. De nada sirve la razón, sino tenemos comprensión y no quitamos de nosotros “toda amargura, enojo, ira, gritos y calumnia, junto con toda maldad. Más bien, [seamos] bondadosos y misericordiosos los unos con los otros, [perdonándonos] unos a otros como Dios también [nos] perdonó a [nosotros] en Cristo” (Efesios 4:31-32).

Recomendamos leer nuestro artículo “La comprensión en el matrimonio“.

  1. Ver siempre los errores y nunca las virtudes del otro

Fijarse solo en los errores debilita la unidad. Cambia tu enfoque: agradece lo que tu cónyuge hace bien y aprende a pasar por alto lo pequeño. Dios se encargará de trabajar en su corazón.

“¿Quién podrá entender sus propios errores?” (Salmos 19:12). Enfócate en tus errores y deja que Dios se encargue del resto.

  1. Falta de agradecimiento

Primera de Tesalonicenses 5:18 señala: “Den gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para ustedes en Cristo Jesús”.  El agradecimiento es un mandato divino, que bendice al que agradece como al que recibe las gracias. Por cuanto el matrimonio es una relación que comparte muchas facetas de la vida, es el ambiente ideal para practicar el agradecimiento.

Agradecer fortalece el vínculo conyugal y honra a Dios. No des por sentado los esfuerzos de tu pareja. Agradecer aún los pequeños gestos fomenta una atmósfera de amor y reconocimiento mutuo.

Recomendamos leer nuestro artículo “La gratitud en el hogar“.

  1. No encontrar nada en común

Las diferencias pueden dividirnos o enriquecer nuestra relación, dependiendo de cómo las veamos. Dios nos creó únicos; nuestras diferencias son complementarias y nos ayudan a crecer como pareja. Celebra las similitudes y aprende de lo distinto.

Dios nos hizo diferentes y “maravillosamente complejo[s]” (Salmos 139:14, NTV). Somos personas únicas e irrepetibles y no podemos hacer al otro a nuestra medida o antojo. En las diferencias está el complemento. Nuestra vida sería muy aburrida si todos tuviéramos los mismos gustos y preferencias. Los cónyuges deben aprender a celebrar sus similitudes y a enriquecerse de sus diferencias.

  1. Falta de diálogo

Muchas parejas se jactan de no discutir, ¡pero tampoco dialogan!  El problema es que para dialogar se requiere ser sinceros y aprender a escucharse.  Muchos prefieren no hablar de lo que les molestan, sino “barrer la suciedad bajo la alfombra” y simular que todo está bien. Sin embargo, llegará el momento cuando ya no podrán ocultar que algo pasa; ¡porque sí pasa! Solo que no se animan a hablarlo.  No permitas que se levante la barrera de la incomunicación en tu matrimonio.  Aprende a hablar. Aprende a escuchar. Aprende a decir las cosas con franqueza y cordialidad.  Cuando hay una buena comunicación entre los cónyuges, la relación se consolida, los conflictos se resuelven y los dos llegan a ser realmente “una sola carne” (Marcos 10:8).

Recomendamos leer nuestra reflexión: “El arte de la comunicación en el matrimonio“.

Conclusión

No permitas que estos errores comunes destruyan tu matrimonio. Si te resulta difícil cambiar, acude a tu Padre celestial. Él está dispuesto a ayudarte y a moldearte conforme al carácter de Cristo. Recuerda: la oración constante es tu mayor herramienta. Dios escucha tu clamor y desea que tu relación conyugal florezca bajo su guía y bendición.

 

 


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