LA COMPRENSIÓN EN EL MATRIMONIO

La comprensión en el matrimonio es el ingrediente esencial para una sana convivencia en el hogar. Sin embargo, este parece ser el punto de discordia entre muchos cónyuges.

El diccionario de la Real Academia Española define la comprensión como “la facultad, capacidad y perspicacia de entender las cosas”, mediante el acto de “abrazar, contener, entender, encontrar justificados o naturales los actos o sentimientos de otro”. Una definición más que elocuente, ¿verdad?

En nuestros años de consejería matrimonial, hemos escuchado que las parejas justifican sus problemas de falta de comprensión con expresiones como: “Lo que pasa es que somos muy diferentes”. Sin embargo, ese no es ningún justificativo, porque el problema no está en ser diferentes, sino en comprender tales diferencias. Nadie puede evitar ser diferente, pero todos podemos tomar la decisión de comprender nuestras diferencias.

Ahora bien, muchos confunden “comprender” con “aceptar” conductas inconcebibles como el maltrato, el engaño, la infidelidad, la violencia y todo tipo de acciones que constituyen un verdadero atropello contra la dignidad humana. Tolerar la repetición de este tipo de comportamientos, cuando la persona no manifiesta estar arrepentida ni dispuesta a cambiar no es otra cosa que falta de carácter y baja autoestima.

En cambio, la verdadera comprensión es admitir que los demás pueden ser, actuar o pensar diferente a nosotros. Es una actitud del corazón que tiende a buscar la paz en la relación más que “el derecho a tener la razón”. Es una actitud de humildad, paciencia y tolerancia frente a las diferencias o errores del otro. “Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación” (Romanos 14:19).

Otro asunto recurrente que hemos visto en nuestros años de consejería es que la queja más frecuente de las mujeres acerca de sus maridos es que no las escuchan. Por lo general, el hombre no es propenso a escuchar a su mujer o tal vez la escucha por unos instantes y luego se apresura a dar una solución, lo cual irrita más a la mujer porque ella no quiere una solución, sino que su marido la escuche y la comprenda.

Por otro lado, la queja más frecuente de los hombres acerca de sus esposas es que siempre insisten en que deben cambiar. Si bien el deseo de la mujer es ayudar al crecimiento y el bienestar de su marido, él siente que su mujer lo quiere dominar, cuando lo que más desea el hombre es aceptación.

Ahora bien, ¿por qué sucede esto? Aquí volvemos al inicio de este artículo: a causa de las “diferencias”. ¡Sí, debemos admitirlo, somos diferentes! Por ejemplo:

El hombre tiende a buscar el poder y el éxito. Le interesa la acción, el deporte y el logro de objetivos. Es más propenso a competir y demostrar sus capacidades y destrezas, que a demostrar sus sentimientos. Comprender las características particulares del hombre puede ayudar a la mujer a entender por qué el hombre se resiste a que ella le diga lo que tiene que hacer. Cuando la mujer aconseja al hombre (sin que él se lo pida), él interpreta que su mujer piensa que él no sabe lo que debe hacer o que no es capaz. Los hombres son muy sensibles en esta área y, bajo ningún concepto, quieren dar una imagen de debilidad.

La mujer, por su lado, da más importancia al amor, la comunicación, las relaciones personales y los sentimientos. Tiene el deseo innato de dar amor, cuidado y protección a los indefensos y necesitados; entre ellos, desde luego, el primer lugar lo ocupan sus hijos y su familia. Está más orientada a las relaciones, que a los objetivos. Por eso tiende a cultivar relaciones íntimas de tal manera de dar y recibir bondad, afecto y apoyo. La mujer suele ser muy franca e intuitiva, de ahí su tendencia a dar consejos y tratar de ayudar al hombre, aunque él no se lo pida, motivo por el cual él lo ve como un entrometimiento de su parte.

Veamos dos ejemplos típicos de malentendidos y falta de comprensión entre los cónyuges:
a) La pareja sale de viaje, y se pierden en el camino.
—¿Por qué no dejas de dar vueltas y pides ayuda? —dice la mujer.
—¿Crees que soy incapaz de resolver esto? —contesta el marido enojado.
¿Qué pasó? Lo que está diciendo la mujer es “me preocupo por ti y te quiero ayudar”. Lo que el hombre entiende es “no confío en ti; eres un incompetente”.

b) —No tuve tiempo de llamar por teléfono a mi mamá —dice la mujer.
—No te preocupes. Te va a entender —responde el marido.
—Pero ¿no sabes que está muy sola? —dice la mujer.
—No deberías preocuparte tanto. Eso no te hace bien —responde el marido.
—No me escuchas. ¿No entiendes lo que te estoy diciendo? —le contesta la mujer enojada.

Como se puede ver, no es que no haya una buena intervención del hombre y la mujer en cada caso, sino una malinterpretación de las palabras de cada uno.

En fin, cuando tu cónyuge piensa diferente, cuando no te entiende, cuando están presionados por problemas de dinero, cuando debes respetar los gustos y las preferencias del otro, cuando debes aceptar a la familia política, cuando el tiempo no alcanza, cuando deben decidir asuntos sobre la educación de los hijos, etcétera, la comprensión es el ingrediente indispensable para mantener un clima de paz y armonía en el hogar.

A menudo la intolerancia a los malentendidos y los errores del otro se fundamenta en problemas de raíz de amargura, falta de perdón, heridas del pasado, un temperamento perfeccionista y preocupación financiera y otros. Siempre habrá motivos de discordia y conflictos entre los cónyuges. Sin embargo, el consejo bíblico nos insta a ser humildes, amables, pacientes y tolerantes para guardar la unidad y la paz en el vínculo conyugal.

“Sean siempre humildes y amables. Sean pacientes unos con otros y tolérense las faltas por amor. Hagan todo lo posible por mantenerse unidos en el Espíritu y enlazados mediante la paz” (Efesios 4:2-3, NTV).

De modo que si debes perdonar, hazlo. Si debes renunciar a toda raíz de amargura, hazlo. Si debes entregar al Señor tu perfeccionismo, hazlo. Si debes humillarte, hazlo. Si debes ser más tolerante, hazlo… Todo lo que hagas en favor de tu relación matrimonial, dará frutos.

Recuerda que la comprensión en el matrimonio es el ingrediente esencial para una sana convivencia en el hogar y que no puedes evitar ser diferente a tu cónyuge, pero puedes decidir comprender tales diferencias. Y no te olvides de aceptar a tu cónyuge, como una de las piedras fundamentales que sostiene la relación matrimonial (leer nuestro artículo “La aceptación en el matrimonio“), contener y entender por qué tu cónyuge es como es y actúa como lo hace.

Dios te bendiga.
Ritchie y Rosa Pugliese


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