ERRORES COMUNES A TODA VIDA MATRIMONIAL (Parte 2)

En nuestro artículo “Errores comunes a toda vida matrimonial“, hemos visto cinco errores comunes a todo matrimonio. En “Errores comunes a toda vida matrimonial (Parte 2)” veremos otros cinco.

6. CREER QUE SIEMPRE TENEMOS LA RAZÓN

Pensar que mi cónyuge siempre es el que está equivocado. No escuchar ni aceptar lo que mi pareja me dice. Creer que siempre tengo la razón. Ser intolerante hacia las debilidades de él/ella, son todas actitudes que no son más que soberbia encubierta.
La soberbia es una actitud de orgullo y egoísmo mucho más peligrosa cuando actúa disfrazada detrás de una máscara de religiosidad o de razonamientos “justificados”. Si tu cónyuge está fallando en algún área, tu misión no es criticarlo/a, juzgarlo/a ni condenarlo/a; sino ayudarlo/a a vencer esa debilidad con una actitud comprensiva y en oración.
No importa quién tiene la razón. De nada sirve la razón, sino tenemos comprensión y no quitamos de nosotros “toda amargura, enojo, ira, gritos y calumnia, junto con toda maldad. Más bien, [seamos] bondadosos y misericordiosos los unos con los otros, [perdonándonos] unos a otros como Dios también [nos] perdonó a [nosotros] en Cristo” (Efesios 4:31-32). Recomendamos leer nuestro artículo “La comprensión en el matrimonio“.

7. VER SIEMPRE LOS ERRORES Y NUNCA LAS VIRTUDES DEL OTRO

Cuando siempre nos concentramos en los errores y las características negativas de nuestro cónyuge estamos atentando contra la unidad de la relación. Si tu cónyuge fue al supermercado y compró los alimentos, pero olvidó el detergente para lavar los platos, entonces tú eliges: puedes actuar agresivamente y reprocharle su olvido o puedes optar por darle las gracias por los alimentos que trajo. Al final, la elección que hagas determinará la relación matrimonial que deseas cultivar.

Después de todo, la Palabra de Dios dice “¿Quién podrá entender sus propios errores?” (Salmos 19:12), no los errores del otro. Deja que el Señor se encargue de mostrarle los errores a tu cónyuge. Al fin y al cabo, Él lo hará mejor que tú. ¿No crees?

8. FALTA DE AGRADECIMIENTO

Primera de Tesalonicenses 5:18 señala: “Den gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para ustedes en Cristo Jesús”.  El agradecimiento es un mandato divino, que bendice al que agradece como al que recibe las gracias. Por cuanto el matrimonio es una relación que comparte muchas facetas de la vida, es el ambiente ideal para practicar el agradecimiento.

Es muy mala costumbre dar por sentado las cosas. Cuando no agradecemos a nuestro cónyuge, él/ella puede sentir que no lo/a valoramos y eso puede producir un distanciamiento en la relación. Cuando tomamos la decisión de agradecer a nuestro cónyuge aun por las cosas más simples, eso lo/a estimula a seguir haciendo esas cosas y a comenzar a hacer aquellas que no está haciendo. El agradecimiento es un ingrediente indispensable para la unidad conyugal. ¡Ponlo en práctica! Recomendamos leer nuestro artículo “Beneficios de la gratitud“.

9. NO ENCONTRAR NADA EN COMÚN

Muchos comentan preocupados: “Mi cónyuge y yo no tenemos nada en común. Somos muy distintos. Me frustra no poder hacer con él/ella las cosas que a mí me gustan y me divierten”. Pero ¿cuál es el problema? Dios nos hizo diferentes y “maravillosamente complejo[s]” (Salmos 139:14, NTV). Somos personas únicas e irrepetibles y no podemos hacer al otro a nuestra medida o antojo.
Ver que somos diferentes nos puede dividir si lo consideramos como algo negativo. Sin embargo, puede enriquecernos si lo vemos como un regalo de Dios. En las diferencias está el complemento. Nuestra vida sería muy aburrida si todos tuviéramos los mismos gustos y preferencias. Los cónyuges deben aprender a celebrar sus similitudes y a enriquecerse de sus diferencias.

10. FALTA DE DIÁLOGO

Muchas parejas se jactan de no discutir, ¡pero el problema es que tampoco dialogan!  El problema es que para dialogar se requiere de ser sinceros y aprender a escucharse.  Muchos prefieren no hablar, no confrontar con respeto las cosas que les molestan, y prefieren “barrer la suciedad bajo la alfombra” y hacer de cuenta de que todo está bien. Sin embargo, llegará el momento cuando ya no podrán ocultar que algo pasa; ¡porque sí pasa! Solo que no se animan a hablarlo.  No permitas que se levante la barrera de la incomunicación y falta de diálogo en tu matrimonio.  Aprende a hablar. Aprende a escuchar. Aprende a decir las cosas con sinceridad, delicadeza y aceptación.  Cuando hay una buena comunicación entre los cónyuges, la relación se consolida, los conflictos se resuelven y los dos llegan a ser realmente “una sola carne” (Marcos 10:8).

No permitas que estos errores comunes a toda vida matrimonial destruyan tu relación. Si te parece muy difícil corregir estos errores, acude a nuestro Padre celestial y pídele que te ayude a manifestar el carácter de Jesucristo en cada situación. Recuerda orar en todo tiempo. El Señor está atento a tu oración y quiere ayudarte.


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