PRINCIPIOS CREACIONALES DE DIOS

Hoy se escuchan muchas voces que intentan instalar en nuestra mente la idea una sociedad sin Dios. Sin embargo, existen principios creacionales de Dios para el género humano.

La premisa de dejar a Dios “afuera” (ya sea de nuestras vidas, familias y sociedad en general) distorsiona, degrada y pervierte la creación del género humano frente a nuestros mismos ojos. Por eso, hoy como nunca antes debemos recurrir al Manual del Creador (la Biblia), donde se establecen los principios que el hombre y la mujer de hoy necesitan conocer para vivir feliz bajo la bendición de Dios.

En el libro de Génesis capítulos uno y dos, se detalla el proceso de la creación de todas las cosas, incluido el ser humano. Allí Dios estableció varios principios creacionales para que el género  humano tuviera un modelo o guía a seguir que le permitiera tener una línea de conducta o forma de vida recta.

“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:26-27).

Dios creó el género humano en dos expresiones:

1) Género humano-varón [hombre] y 2) Género humano-hembra [mujer].

Este género humano, en sus dos expresiones (varón y mujer), sería un ser tripartito como lo expresa Génesis 2:7: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”.

La palabra “tripartito” significa “tres partes”. El ser humano tendría, entonces, un cuerpo o “caja” (polvo de la tierra) para vivir en la tierra; un espíritu (aliento de vida) para comunicarse espiritualmente con Dios, el Creador, y un alma (ser viviente) para expresar sus deseos y sentimientos.

Una vez que Dios diseñó al género humano en sus dos expresiones y como un ser tripartito, comenzó a revelar sus principios creacionales. Luego, en Génesis 2:8, vemos que “Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado”.

Dios colocó a Adán en un paraíso terrenal ameno y delicioso con una perfecta atmósfera espiritual, llamado Edén, para que pudiera desarrollarse en la vida y vivir en amistad directa con Dios.

Se establece aquí el primer principio creacional: Todo ser humano fue diseñado para tener acceso a Dios y una relación directa con Él. Es decir, a partir de ese momento, todo ser humano tendría la posibilidad de desarrollar una relación y amistad íntima con Dios.

Luego, en Génesis 2:15, encontramos revelado el segundo principio: “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase”. Es decir que el ser humano no estaría en el Edén en un estado pasivo, sin hacer nada. Las palabras “labrara y guardase” implica que Dios le dio una ocupación, un trabajo, una asignación en la vida.

Luego, en Génesis 2:18, encontramos el tercer principio creacional: “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo”.

Adán vivía solo. No encontramos en las Sagradas Escrituras ningún indicio de que él estuviera buscando maneras de gratificarse sexualmente durante su “soltería”. Adán vivía en un estado de pureza y santidad sexual. Por lo tanto, el tercer principio creacional para el género humano es la pureza sexual y la virginidad para el varón y la mujer soltera.

Dios sabía que no era conveniente que el hombre estuviera solo. Por eso dijo algo trascendente, único y especial en Génesis 2:18: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”.

Dios el Creador no veía con buenos ojos que el ser humano-varón estuviese rodeado de todas las delicias de la vida sin una compañera para él. Por eso crearía un ser humano-hembra con una característica particular: que fuera “idónea”. En el original hebreo, esta palabra tiene dos significados:

  1. “Ezer” = La que permanece con uno en la batalla.
  2. “Kenegdo” = lo opuesto a él/la contraparte/el complemento.

Aquí Dios establece el cuarto principio creacional: El del amor continuo entre un solo hombre y una sola mujer.

“Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre” (Génesis 2:21-22).

Es interesante notar que Dios no creó al ser humano-hembra de la cabeza de Adán para que no se enseñoreara de ella (no la dominara). Tampoco la formó de los pies de Adán para que no la pisoteara; sino que la formó de la costilla (la parte media). Esto no fue obra de la casualidad, sino de la “causalidad” del Creador. A los ojos de Dios, el ser humano-varón y el ser humano-hembra son iguales, aunque cada uno tiene una función diferente y complementaria dentro del matrimonio.

Es interesante destacar que Dios “trajo (a la mujer) al hombre”. Dios es Aquél que, por obra de su Espíritu, nos trae el compañero o la compañera idónea… a su debido tiempo.  Aquí Dios establece el quinto principio creacional: El “noviazgo” con propósito.

Aclaración: En los tiempos bíblicos, no existía el concepto de noviazgo como se conoce hoy, pero aquí podemos deducir que Dios estableció la posibilidad de que el hombre y la mujer se conozcan en un momento determinado para iniciar una relación que los conduzca al matrimonio. Sería lo que solemos llamar una “relación con propósito”; es decir, no solo una relación para divertirse por un tiempo.

La relación entre Adán y Eva tendría un propósito que nos presenta el sexto principio creacional. “Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:23-24).

Aquí se establece el sexto principio creacional: El matrimonio constituido por un solo varón y una sola mujer.

Una vez consumado el sexto principio, Dios establece el séptimo principio creacional en Génesis 2:25: “Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban”.

Este principio es el que da inicio a la vida sexual caracterizada por la pureza, que conduce a la felicidad y la realización matrimonial. Bajo este principio divino, no hay lugar para la vergüenza; sino para la intimidad, la satisfacción y el deleite mutuo.

Hoy día las relaciones hombre-mujer comienzan a la inversa de lo que Dios diseñó. Apenas se conocen, el hombre y la mujer comienzan a practicar la vida sexual para “ver si la relación funciona”. Y ya sabemos cómo termina la historia: En algunos pocos casos, la relación continúa; pero en la mayoría solo queda en un encuentro ocasional de placer egoísta y pasajero, después del cual cada uno sigue su propio camino. ¡Por eso hoy vemos tantas personas infelices en su vida sexual (casados o no), y un avance de la libre promiscuidad con sus consecuentes enfermedades y embarazos no deseados!

Dios el Creador estipuló que después que un hombre y una mujer se conozcan y se enamoren, den el paso de contraer matrimonio y vivir juntos el resto de sus vidas en una relación de pacto que les permita disfrutar de la intimidad sexual para el deleite mutuo y la procreación.

Estos son los principios creacionales que Dios diseñó para el bien de aquellos que los practican. Si tienes a Cristo en tu corazón, eres la sal de la tierra y la luz del mundo (ver Mateo 5:13-14), y como tal, Dios te llama a practicar y promover los principios creacionales de Dios para evitar que nuestra sociedad se pervierta y puedas ser una luz que alumbre en este mundo en tinieblas.

Solo conforme a los principios creacionales de Dios, el género humano podrá vivir feliz bajo la bendición del Creador.

Ritchie y Rosa Pugliese


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