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LA BENDICIÓN SOBRE LOS HIJOS: UN LEGADO QUE TRANSFORMA VIDAS
Si pudiéramos resumir en pocas palabras lo que más anhelamos para nuestros hijos, diríamos, sin dudas, que gocen de la bendición de Dios todos los días de sus vidas. Sí, la bendición sobre los hijos es un legado que transforma vidas.
Ahora bien, ¿qué tan importante es realmente la bendición sobre los hijos?
En los tiempos bíblicos, era costumbre bendecir a las personas. La bendición se impartía mediante una oración, con la imposición de manos sobre la cabeza o el hombro del destinatario, momento en que se declaraba la gracia y el favor divinos sobre esa vida. No se trataba de un simple acto social, sino de una impartición espiritual. Esto nos recuerda que las palabras que pronunciamos tienen un efecto poderoso en el mundo espiritual.
En ocasiones, la bendición era impartida por los sacerdotes, como vemos en la bendición sacerdotal de Números 6. Allí, Dios mismo ordena a Moisés que pida al sacerdote Aarón que bendiga a los hijos de Israel con estas palabras:
“El SEÑOR te bendiga y te guarde.
El SEÑOR haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia.
El SEÑOR levante hacia ti su rostro, y ponga en ti paz” (vv. 22-26).
Luego, el Señor establece: “Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré” (v. 27). ¡Qué hermoso ejemplo nos deja el Señor en su Palabra!
Sin embargo, no solo los sacerdotes impartían bendición. Los padres, considerados “sacerdotes del hogar”, también tenían la responsabilidad de orar por sus hijos y declarar sobre ellos palabras que los encaminaran hacia el destino que Dios había diseñado para sus vidas.
Por ejemplo, en Génesis 28 encontramos la bendición de Isaac sobre Jacob:
“Y el Dios omnipotente te bendiga, y te haga fructificar y te multiplique, hasta llegar a ser multitud de pueblos; y te dé la bendición de Abraham, y a tu descendencia contigo, para que heredes la tierra en que moras, que Dios dio a Abraham” (vv. 1-4).
Esta bendición era tan importante que Esaú quiso asesinar a su hermano por habérsela arrebatado.
En Génesis 49:1-28 leemos cómo Jacob pronunció palabras de bendición específicas para cada uno de sus doce hijos. Del mismo modo, nosotros, como padres, tenemos la responsabilidad de bendecir a nuestros hijos con nuestras palabras.
El apóstol Santiago habla del poder de la lengua y nos advierte: “Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres que han sido creados a la semejanza de Dios. De la misma boca salen bendición y maldición” (Santiago 3:9-10). El deseo de Dios es que de nuestra boca siempre fluyan palabras de bendición.
Si bien en la Biblia la bendición era principalmente responsabilidad del padre como sacerdote del hogar, las madres devotas también pueden y deben declarar bendición sobre sus hijos.
Dios nos ha encomendado a los padres —tanto al padre como a la madre— ejercer lo que podríamos llamar el ministerio paternal, que incluye el llamado a bendecir a nuestros hijos a lo largo de toda su vida mediante oraciones y declaraciones de fe. Sin embargo, además de nuestras palabras, hay formas prácticas de bendecirlos:
- Hablar bien de ellos ante los demás.
Evitemos quejas y comentarios negativos sobre nuestros hijos delante de otras personas. - Reconocer lo bueno y decírselo personalmente.
Mirar con ojos de fe es decisivo, especialmente en tiempos de rebeldía o dificultad. Debemos verlos y hablarles como Dios lo haría: con misericordia y esperanza, nunca con juicio. - Nunca enfatizar lo malo o negativo.
Las palabras tienen poder para atar o desatar. Jesús dijo a Pedro: “A ti te daré las llaves del reino de los cielos. Todo lo que ates en la tierra habrá sido atado en el cielo, y lo que desates en la tierra habrá sido desatado en los cielos” (Mateo 16:19). Con el afán de corregir, a veces pronunciamos palabras que hieren y limitan el destino de nuestros hijos. ¡Cuidado! Dios nos llama a ser canales de bendición. - Canalizar en oración lo negativo que veamos en ellos.
Lo que nos preocupa de nuestros hijos debemos llevarlo primero al Padre celestial. A veces, lo más sabio es callar ante ellos y hablar con Dios en oración, para que Él obre en sus vidas y corazones. - Orar diariamente.
La oración constante es la manera más poderosa de bendecir a nuestros hijos en nuestro lugar secreto con Dios. (Ver 1 Tesalonicenses 5:17).
Finalmente, recordemos lo que nos dice Filipenses 4:6-7:
“Por nada estén afanosos; más bien, presenten sus peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús.”
Decide hoy ser un canal de bendición para tus hijos y ejerce tu ministerio paternal. No dudes que verás a Dios glorificado y la vida de tus hijos encaminada, transformada y bendecida.
Haz esta oración y declaración profética sobre tus hijos:
“Bendigo a mis hijos y los llamo, por fe, en el nombre de Jesús: plantíos florecientes, esquinas labradas como de palacio, plantas de olivo alrededor de mi mesa, robles de justicia, plantíos del Señor, vástagos de Su plantío, obra de Sus manos, simientes que el Señor ha bendecido, coronas de hermosura en la mano del Señor, diademas reales en la palma de Dios. Tú les has dado nombre nuevo: pueblo santo, redimidos del Señor, linaje bendito de Jehová, hijos de la luz, hijos del día. Gracias, Señor: toda la gloria y la honra sean para Ti, el Gran Yo Soy, Jehová de los ejércitos, el único que puede hacer lo imposible, posible”. (Con agradecimiento a Magalí Martinez, autora de esta oración).
Ritchie y Rosa Pugliese
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