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CÓMO LUCHAR POR NUESTRO MATRIMONIO
Es triste ver cómo se ha tergiversado el concepto de matrimonio y familia en una sociedad que sufre las consecuencias de una guerra encarnizada contra esta institución creada por Dios. Ante esta cruda realidad de la sociedad moderna, nos preguntamos cómo luchar por nuestro matrimonio.
En primer lugar, debemos decir que la familia es la piedra angular de la civilización humana, y la base esencial de la familia es un matrimonio sólido entre un hombre y una mujer (ver Génesis 2:24). De modo que sin un matrimonio sólido, tampoco habrá familia.
Cuando el fundamento de la relación conyugal es fuerte y estable, la familia se beneficia y se solidifica. Por eso se ha desatado una guerra feroz contra el matrimonio y la familia, incitada por las fuerzas del mal (el diablo y sus demonios). Se trata de un intento encarnizado por destruir la institución del matrimonio y, en consecuencia, a la familia tradicional.
Esta guerra del mal incluye varios frentes, como el aumento del divorcio, la cohabitación de parejas sin un compromiso formal, los encuentros sexuales libres o casuales, la aceptación de la conducta homosexual, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la ideología de género y la transexualidad, y, no menor, la lucha por el derecho al aborto.
Ahora bien, ¿por qué esta guerra encarnizada contra el matrimonio y la familia? Porque hay un propósito divino en esta institución. Dios estableció la unión matrimonial y la familia para que fueran un reflejo del amor de Dios por su Iglesia, nosotros como el Cuerpo de Cristo (ver Efesios 5:25-33).
Nuestro Creador diseñó el sexo (ver Génesis 1:27; 2:18) para que fuera un medio puro mediante el cual los esposos se expresen amor el uno al otro y disfruten de una intimidad mutuamente gratificante. Y desde luego, para la concepción de hijos en una atmósfera de amor, armonía y paz (Génesis 1:28). Hay tanto en juego en la relación conyugal, que debemos saber cómo luchar por nuestro matrimonio.
Por lo tanto, el matrimonio y la familia tienen un propósito espiritual, que va más allá del aspecto sentimental. El designio divino es que los esposos formen una unión matrimonial estable y duradera, que sea un fiel testimonio del amor de Dios. De modo que cualquier relación sexual fuera del designio divino para el matrimonio degrada, corrompe y deshonra la relación familiar. El apóstol Pablo lo explica magistralmente en su carta a la iglesia de Corinto:
“¿No saben que sus cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo para hacerlos miembros de una prostituta? ¡De ninguna manera! ¿O no saben que el que se une con una prostituta es hecho con ella un solo cuerpo? Porque dice: Los dos serán una sola carne. Pero el que se une con el Señor, un solo espíritu es. Huyan de la inmoralidad sexual. Cualquier otro pecado que el hombre cometa está fuera del cuerpo, pero el inmoral sexual peca contra su propio cuerpo. ¿O no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, que mora en ustedes, el cual tienen de Dios, y que no son de ustedes? Pues han sido comprados por precio. Por tanto, glorifiquen a Dios en su cuerpo” (1 Corintios 6:15-20).
Puesto que el matrimonio y el sexo son una creación de Dios, todo aquel que vaya contra su diseño divino, sufrirá las graves consecuencias del pecado (ver Romanos 6:23). Lamentablemente, vemos los resultados adversos del pecado en el alarmante incremento de divorcios y rupturas familiares, que llevan a muchos a no luchar por su matrimonio y a hundirse en la depresión y la infelicidad.
Aunque los resultados de las rupturas matrimoniales difieren en gravedad, hay similitudes en el dolor que sufren la mujer, el hombre y los hijos de la pareja. Por ejemplo, se pierden varios aspectos de la identidad de una pareja después del divorcio: dónde vivirá cada uno, a qué escuela asistirán los hijos, cómo se conservará la relación con los amigos y los familiares de la ex pareja. Si no se lucha por el matrimonio, la familia sufrirá una gran pérdida.
Las mujeres suelen experimentar grandes dificultades financieras después del divorcio, ya que con la custodia de los hijos deben pagar la mayoría de los gastos del hogar. Además, debido al estrés emocional del divorcio, la salud de la mujer puede verse afectada por problemas cardíacos y cáncer, producto de la ansiedad, la depresión y la soledad que experimentan. Un artículo escrito por Erin Michael afirma que, “las mujeres que se divorciaron recientemente tenían… peor salud general, menor vitalidad, menor funcionamiento social, peor salud mental y menor capacidad emocional en comparación con la población general femenina” (Healio.com, 2020).
Sin embargo, no solo las mujeres sufren, sino que los hombres son propensos a abusar de las drogas y el alcohol para contrarrestar la profunda depresión que sufren después de un divorcio. Así lo afirma un artículo publicado por la revista estadounidense Journal of Men’s Health, y agrega que “el riesgo de suicidio en un hombre divorciado es 39% mayor que para un hombre casado, además de sufrir también problemas de salud como cáncer, ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares” (“The Influence of Divorce on Men’s Health” [La influencia del divorcio en la salud de los hombres], 2013).
Con respecto a las consecuencias del divorcio en los hijos, la Enciclopedia sobre el desarrollo de la primera infancia [Encyclopedia on Early Childhood Development] afirma: “Numerosos estudios han revelado que la separación y el divorcio de los padres están asociados con una serie de resultados negativos para niños pequeños y adolescentes. La separación o divorcio de los padres está vinculada a dificultades académicas como calificaciones más bajas, abandono prematuro de la escuela y mayores conductas nocivas. Los niños y adolescentes que experimentan el divorcio de sus padres también tienen índices más altos de cuadros depresivos, menor autoestima y angustia emocional” (Dr. Brian D’Onofrio, “Consequences of Separation/Divorce for Children” [Consecuencias de la separación o divorcio en los niños], 2011).
En fin, la ruptura matrimonial daña la salud física y mental de la mujer, el hombre y los hijos así como la relación entre padres e hijos en medio de una continua discordia entre los ex cónyuges, sumado a una falta de apoyo emocional y dificultades financieras.
Sin embargo, los medios de comunicación no hacen más que fomentar el concepto de la libertad sexual en cualquiera de sus formas. En el presente, se tilda de antigüedad o idea obsoleta ser marido de una sola mujer y ser fieles en el matrimonio. Ahora, incluso, se fomenta la poligamia, los encuentros sexuales libres o casuales sin tener en cuenta las consecuencias perniciosas que estas desviaciones están teniendo en las personas y la sociedad.
Ante esta cruda realidad de la sociedad moderna, es nuestro deber como hijos de Dios saber cómo luchar por nuestro matrimonio; porque con un matrimonio sólido y estable aseguramos el bienestar de nuestra familia y somos el reflejo de la amorosa relación de Dios con su Iglesia. Claro está, que hay algunos casos que cuando se corre riesgo de vida, es preferible terminar la relación, pero hoy no nos efocaremos en tales casos.
Ahora bien hay muchos motivos que llevan al fracaso matrimonial, como los enumeramos en nuestro artículo Por qué fracasan los matrimonios. Sin embargo, cabe preguntarnos cómo luchar por nuestro matrimonio en medio de una batalla tan encarnizada. Con las armas espirituales que Dios ha dejado establecidas en su Palabra. Armas que no son de este mundo, “sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas…” (2 Corintios 10:4-5).
Si bien hay diversas acciones cotidianas que nos ayudan a cultivar el matrimonio como, por ejemplo, el amor, el respeto, la comprensión, la sujeción, la paciencia, la colaboración, el diálogo, el perdón y más; en esta ocasión, abordaremos solo las armas espirituales que pueden destruir las tácticas de guerra de nuestro enemigo, el diablo.
1. Oración, ayuno e intercesión
“Pidan, y se les dará. Busquen y hallarán. Llamen, y se les abrirá” (Mateo 7:7). En este versículo, se detallan tres niveles de oración: a) la oración de petición “pidan, y se les dará”; b) la oración de comunión o amistad íntima con Dios, “busquen y hallarán”; y c) la oración de intercesión, “llamen, y se les abrirá”. Debemos agregar que hay circunstancias donde además de orar, se necesita ayunar (ver Mateo 17:21; Marcos 9:29) para quebrar y romper ciertos géneros y yugos malignos.
2. Alabanza y adoración
Fuimos creados para “alabanza de la gloria de su gracia” (Efesios 1:6). Alabar a Dios no solo exalta su nombre y lo glorifica, sino que también produce beneficios para aquellos que la ejercen. Este fue el caso de Pablo y Silas, que mientras estaban encarcelados “ a medianoche… cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron” (Hechos 16:25-26). Si como creyentes supiéramos el poder que tiene la alabanza, cantaríamos al Señor todo el día. Si hay puertas en nuestra vida que tienen que abrirse o cadenas que deben romperse Dios, lo hará mientras lo alabamos y adoramos.
3. Decretos espirituales y confesión de las promesas de Dios
Además de leer, estudiar y meditar en la Palabra de Dios, hay algo poderoso en declarar o confesar en voz alta sus promesas divinas (2 Corintios 4:13; 1 Pedro 4:11). La Palabra de Dios es creativa. Cuando Dios creó el cielo y la tierra y todo lo que hay en ellos usó la Palabra. “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz” (Génesis 1:3). “Luego dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas” (Génesis 1:6). Y Dios siguió creando con el poder de su palabra (ver Génesis 1: 9, 11, 14, 20, 24). La Palabra de Dios se transforma en la espada del Espíritu cuando confesamos sus fieles promesas (Efesios 6:17). ¡Ninguna fuerza del mal puede resistirse a la espada del Espíritu!
4. Autoridad espiritual
¿Cómo es posible ejercer autoridad espiritual? Gracias a la obra de Cristo en la cruz del calvario. Jesucristo, el Hijo de Dios, tiene toda la potestad (Mateo 28:18) porque estuvo vivo y estuvo muerto, al tercer día resucitó, y ahora vive por los siglos de los siglos (ver Apocalipsis 1:18) sentado a la diestra de Dios Padre (Efesios 1:20). Y puesto que “juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Efesios 2:6), desde ese lugar celestial, tenemos autoridad para atar, reprender y echar fuera los demonios que estén atacando nuestra felicidad matrimonial, tal como Jesús mismo declaró (Marcos 16:17).
5. La sangre de Jesucristo
La sangre de Jesucristo es un arma poderosísima en la batalla contra las fuerzas del mal. El diablo no puede tolerar la sangre de Cristo. En Apocalipsis 12:10-11 leemos: “… ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero”. ¡La sangre de Jesucristo vence al diablo!
Estimado amigo, no estás solo en la lucha por tu matrimonio, Dios mismo está a tu lado (el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo). Y, por si eso fuera poco, tienes a los ángeles de Dios, que son “espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación” (Hebreos 1:14).
No te conformes con esta cruda realidad que vive nuestra sociedad. ¡Vale la pena luchar por tu matrimonio!
“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes [con las armas espirituales]…” (1 Pedro 5:8-9, énfasis añadido).
Ritchie y Rosa Pugliese
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