La gratitud en la familia es más importante de lo que creemos. Las personas agradecidas son más felices, tienen mejores relaciones interpersonales y sufren menos depresiones, adicciones o agotamiento emocional; además de afrontar mejor las adversidades de la vida.
Según un estudio realizado por Paul Mills, Director del Centro de Investigaciones de la Universidad de California en San Diego, “la gratitud beneficia incluso la salud”.
Esta semana se festeja en los Estados Unidos el tradicional “Día de Acción de Gracias”. El cuarto jueves de noviembre es una fecha que reúne a familias y amigos para compartir una deliciosa comida y dar gracias por las bendiciones de Dios sobre nuestra vida. La historia cuenta que el primer Día de Acción de Gracias fue una celebración de tres días en la Colonia de Plymouth (hoy parte del estado de Massachusetts) en el año 1621, a la cual asistieron noventa nativos norteamericanos y cincuenta y tres peregrinos para dar gracias por haber recogido su primera cosecha en el “nuevo mundo”.
Puede que en este último año haya sido muy difícil para muchos de nosotros. Tal vez algunos han perdido familiares y amigos, otros han estado enfermos y se han recuperado, otros han tenido cambios significativos en sus vidas, como bodas, nacimientos, compromisos, mudanzas, nuevos empleos, etc. Sea lo que sea que hayamos atravesado, tenemos la oportunidad de reunirnos alrededor de la mesa una vez más para compartir una comida especial con aquellos que amamos para dar gracias a Dios.
Primero, debemos estar agradecidos a Dios, nuestro Creador y dueño de nuestra vida. Para el Señor, la acción de gracias es tan importante, que la estableció como el primer paso para entrar en su presencia, tal como leemos en Salmos 100:4: “Entrad por sus puertas con acción de gracias…”. Ser agradecidos nos abre la puerta a la presencia de Dios. ¡Qué privilegio!
Segundo, debemos tener gratitud con quienes nos rodean. Primera de Tesalonicenses 5:18 nos exhorta: “Den gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para ustedes en Cristo Jesús”. La exhortación es a dar gracias por las cosas grandes o por las pequeñas, por los detalles importantes o por los triviales. En medio de la rutina de la vida, es muy fácil dar por seguro ciertas cosas y no agradecer a nuestros familiares y amigos por todo lo que ellos hacen.
La gratitud reconoce el valor de los demás. Y es en el matrimonio y la familia donde más se necesita ser agradecido. Todos pasamos por momentos buenos y malos en nuestra vida familiar. Tal vez haya algo que te molesta de tu cónyuge; pero si comienzas a darle las gracias por los detalles aún más pequeños, te sorprenderás de los resultados que puedes llegar a ver. La gratitud es un mandato divino que bendice tanto al que da las gracias como al que las recibe. La gratitud genera más gratitud. Y si tú agradeces a tu cónyuge por escucharte, por estar a tu lado en las buenas y en las malas, por traer el pan al hogar, por cocinar y servir la comida, por cada gesto de amor, por ayudarte en los quehaceres diarios, por orar por ti, etcétera, él/ella no solo también te agradecerá; sino que se sentirá animado/a a hacer muchas cosas más por ti. Y este es un principio que sirve para cualquier relación en la vida.
Lamentablemente, muchos esperan que su cónyuge sea “perfecto” —según su criterio— para mostrarle su gratitud. Sin embargo, eso no es más que una actitud de soberbia y orgullo. La persona agradecida es aquella que no se considera merecedora de recibir un favor o beneficio y reconoce que lo que recibe es por gracia divina.
Toma la decisión de valorar cada gesto, cada detalle, cada favor que tu cónyuge hace por ti. Haz una lista de todas las cosas por las que le puedes agradecer y comienza hoy mismo a darle gracias por cada una de esas cosas. Y verás que tu cónyuge comenzará a valorar y reconocer también lo que tú haces por él/ella.
Tu gratitud no solo producirá gozo, armonía y paz en tu hogar, sino que tu relación conyugal se solidificará y tu familia se fortalecerá.
Ritchie y Rosa Pugliese