¿QUÉ TIENES EN CASA?

¿Qué tienes en casa? Esta es la pregunta que hizo el profeta Eliseo a una viuda que estaba en graves problemas financieros y que fue a pedirle ayuda. Esta historia, que conocemos como “el aceite de la viuda”, nos revela la clave para resolver muchos de los problemas que atravesamos en nuestra vida personal y familiar.

El aceite, en la Biblia, es una figura del Espíritu Santo.  Ahora bien, cuando hablamos del Espíritu Santo, la mayoría de las veces (¡por no decir todas!), lo asociamos con su obra en la Iglesia. Predicamos y enseñamos sobre los dones del Espíritu, el fruto del Espíritu, cómo adorar en el Espíritu, el bautismo del Espíritu y toda la obra sobrenatural del Espíritu; pero perdemos de vista la obra real y activa del Espíritu en la vida personal y familiar.

No es poco común ver a muchos que están “llenos del Espíritu” en la iglesia, pero no en la casa. El hogar dista mucho de ser ese remanso de paz, ese refugio en medio de las tormentas de la vida. Sin embargo, Dios quiere derramar sobre nuestro hogar el mismo Espíritu que opera en la Iglesia de Cristo.

Con frecuencia vemos al Espíritu Santo como una fuerza o un poder abstracto, no como lo que realmente es: Una persona, Dios mismo, que desea que le demos lugar en nuestra vida personal y familiar.

En Efesios 5: 18-20 encontramos el mandato de vivir una vida llena del Espíritu:

“… sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”.

Y, curiosamente, a partir del versículo 22, comienza a hablar específicamente sobre la vida familiar:

“Someteos unos a otros en el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella… Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama… Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia… Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne… cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido” (vv. 22-25, 28, 31, 33).

Este es un párrafo de las Escrituras que contiene un gran tesoro de sabiduría para el hombre y la mujer que quieren tener un matrimonio feliz y duradero y un hogar donde reinen la paz y la armonía. Hoy vemos que muchos hacen costosos viajes a la India en una búsqueda espiritual para encontrar el secreto que los haga felices, cuando Dios nos ha dado su Palabra, la Biblia, que contiene todo lo que el hombre y la mujer necesitan para su satisfacción personal y matrimonial.

En 2 Reyes 4:1-7 se relata un episodio que sucedió en un hogar que estaba en extrema necesidad. Como ya hemos mencionado, se trata de la historia del “profeta Eliseo y la viuda”. Esta mujer, viuda, con deudas y sin recursos económicos, fue a buscar al profeta para pedirle ayuda. Eliseo le dijo: “¿Qué te haré yo? Declárame qué tienes en casa” (v. 2). Y la viuda le respondió: “Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite”. La viuda no sabía que lo único que tenía (“una vasija de aceite”) era precisamente la solución a su problema.

Luego, en el versículo 4 y 5, Eliseo le dice qué hacer: “Ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas. Entra luego, y enciérrate tú y tus hijos; y echa en todas las vasijas, y cuando una esté llena, ponla aparte”. La viuda fue a buscar todas las vasijas vacías que pudo conseguir y empezó a llenarlas con el aceite de la única vasija que tenía en su casa… hasta que se terminaron las vasijas vacías y “cesó el aceite” (v. 6). Finalmente, fue a informarlo a Eliseo y el profeta le dijo que vendiera el aceite, y que con lo que recaudara pagara sus deudas.

De este episodio aprendemos que, en nuestra extrema necesidad, lo que primero debemos considerar es QUÉ TENEMOS EN CASA. La voluntad de Dios es que en nuestro hogar siempre haya, por sobre todas las cosas, “aceite”, es decir, una unción fresca del Espíritu Santo. Cuando tenemos “aceite” en casa, el Señor puede hacer milagros de multiplicación, como lo hizo en la casa de la viuda. Sin embargo, eso sólo sucederá si conseguimos “vasijas vacías” (¡cuántas más, mejor!).

Ahora bien, ¿qué representan prácticamente en nuestra vida las “vasijas vacías”? Representan nuestra necesidad de crear el espacio y presentarnos vacíos delante de nuestro Padre celestial para que Él nos llene con su Espíritu. No son los bienes materiales, las prendas de vestir, las vacaciones, los viajes, y cosas por el estilo, lo que llena y sacia nuestra vida; sino la presencia del Espíritu Santo. Cuanto más nos vaciemos de nosotros mismos, más derramará Dios de su “aceite celestial” sobre nuestra vida y nuestras familias.

¿Qué tienes en casa?, te pregunta el Señor. Él está esperando que te vacíes de todas las cosas vanas y triviales que frenan el fluir de su Espíritu para llenarte con su aceite, y así puedas alcanzar el éxito y la bendición en tu vida personal, tu matrimonio y tu familia.

¿Estás dispuesto a crear los espacios necesarios para experimentar tu propio milagro de multiplicación?  ¿Por qué no intentas ahora dar la bienvenida a la obra del Espíritu Santo en tu vida y tu hogar?

Tal vez puedas unirte a tu cónyuge para pedir a Dios que llene sus vidas y su matrimonio con la presencia del Espíritu Santo.

¡Hazlo… y verás milagros en tu vida personal, tu matrimonio y tu familia!

Ritchie y Rosa Pugliese

 


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