EL ESPÍRITU DE JEZABEL EN LA VIDA MATRIMONIAL

La mayoría de las prédicas sobre “el espíritu de Jezabel” están centradas principalmente en la influencia de este espíritu en la Iglesia de Cristo (si se le da lugar).

Entre otras cosas, este espíritu de las tinieblas intenta impedir la adoración y la comunión con Dios, silenciar la voz profética, desacreditar la autoridad delegada por Dios para implantar su falsa autoridad, ejercer todo tipo de seducción con el fin de lograr sus propósitos malvados y finalmente acabar con el plan de Dios para una iglesia, ministerio, individuo o región en particular.

El nombre “Jezabel” proviene del hebreo, ‘izevel, cuyo significado es “no exaltada”, “no manejable”, “sin cohabitación”; lo cual se puede interpretar como: no le importan los demás, es autosuficiente, controla la mente y la voluntad de otros bajo la influencia de espíritus malignos, es egoísta y altiva. Este espíritu maligno tiene la propiedad de pasar de una generación a otra, por tanto, es una de las maldiciones generacionales.

Para conocer más acerca de este espíritu, sugerimos entrar al siguiente enlace: https://restorationnations.com/el-espiritu-de-jezabel/y leer nuestra enseñanza bíblica: “¿Qué es el espíritu de Jezabel?”.

Sin embargo, este espíritu también puede afectar la vida matrimonial, y en esto nos centraremos en este artículo. A continuación, veremos algunas características del “espíritu de Jezabel”, que afectan la vida matrimonial, sobre la base de algunos pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento.

  1. Manipulación, control. Este espíritu se caracteriza por dominar y controlar al esposo mediante sus técnicas de seducción y, desde luego, a través del sexo. Se rehúsa a convivir [cohabitar] con alguien, a menos que pueda controlarlo o dominarlo. Emplea todas sus tácticas, una por una, hasta lograr sus objetivos, e incluso insta al esposo a hacer el mal y se esconde detrás de él.

Este espíritu lo vemos en la mujer del rey Acab del reino del Norte de Israel (1 Reyes 16:31). Esta mujer malvada de origen fenicio controlaba y dominaba por completo a su esposo, y poco a poco fue introduciendo la adoración a los dioses paganos de Baal y Asera en el pueblo de Israel (1 Reyes 18.14-19).

Este espíritu también usó a la mujer del rey Herodes, que pidió a su hija, Salomé, que danzara frente al rey, para que lo sedujera con sus movimientos sensuales a fin de lograr su objetivo de matar a Juan el Bautista, el profeta de Dios (Mateo 14:6).

  1. Rebeldía. Este espíritu indómito y rebelde se empeña en destruir a los hombres con autoridad delegada por Dios como esposos, líderes, apóstoles, profetas. Por tal razón este espíritu de las tinieblas representa un gran peligro no solo para la iglesia de Jesucristo, sino también para el matrimonio y la familia.

Así lo vemos en Jezabel, que odiaba y se oponía a toda autoridad delegada por Dios, no solo a su esposo Acab, sino especialmente a los profetas que mataba (1 Reyes 18:4, 13). Si bien este espíritu ataca a ambos sexos, tiene mayor tendencia a moverse en la mujer, que generalmente se deja influenciar por celos, inseguridad o vanidad. En su rebeldía, la mujer usa el sexo, para controlar y dominar a su esposo (o a cualquier hombre) porque sabe que ese es su punto débil. Jezabel está detrás de la mujer amargada y resentida contra los hombres, que humilla públicamente a su esposo y lo manipula con amenazas en su vida sexual.

Vemos también que el ataque de Jezabel contra los matrimonios tiene dos ramificaciones:

Por un lado, promueve la “liberación femenina” y, por el otro, la “pasividad del hombre”.

  1. La “liberación femenina”

El espíritu de Jezabel está detrás del movimiento de liberación femenina. El asunto de la sujeción de la mujer a su marido, no es algo sencillo y fácil de abordar porque, bajo ese lema, la mujer ha sido víctima de diversos abusos en la sociedad durante años. Sin embargo, oculto bajo el lema de “los derechos de la mujer”, se ha introducido sigilosamente como un veneno en la fibra íntima de la mujer y la ha inducido al reclamo de “más libertades”, a la falta de sujeción a su marido, al desprecio por las autoridades espirituales y al rechazo de la figura del hombre, entre otras cosas.

Cuando este espíritu afecta a la mujer casada, se originan problemas de incomunicación, insatisfacción sexual y falta de respeto a su esposo. Desde luego, esto no solo afecta a la relación conyugal, sino también a los hijos que viven bajo el mismo techo. Lamentablemente, este espíritu también es una “mala herencia” que se puede dejar a los hijos, si no se lo corta a tiempo.

El movimiento de “liberación femenina es una tendencia penosa, engendrada en la misma codicia de Eva, que vio que el árbol era “codiciable para alcanzar sabiduría. Tomó, pues, de su fruto y comió” (Génesis 3:6). Durante siglos, ha transmitido la codicia al corazón de las mujeres con baja autoestima, que ven la oportunidad de rebelarse y tomar el lugar del varón, hecho que es abominable a Dios (Deuteronomio 22:5).

En sus esfuerzos, y apoyadas por hombres pasivos sin sabiduría, han obtenido grandes conquistas, entre las más notables el “derecho” al aborto, que les permite decidir sobre “su cuerpo” y el impune homicidio del inocente concebido en su vientre; la legalización de los anticonceptivos para continuar en su promiscuidad sexual y el divorcio (Malaquías 2:16). Además, no debemos olvidar que las más entusiastas partidarias de este movimiento son las lesbianas que, por no estar en condiciones de establecer una relación con hombres, promueven lo antinatural y toda clase de perversiones.

El movimiento de liberación femenina no hace más que proclamar que el diseño divino no es correcto y que la voluntad de Dios NO es “buena, agradable y perfecta” (ver Romanos 12:2). Por eso cada mujer tendrá que elegir entre el libertinaje, la promiscuidad sexual y la destrucción de la familia promovida por el movimiento de liberación femenina o reclamar sus verdaderos derechos, en plena sumisión y humildad como mujer, esposa y madre, conforme al diseño divino.

  1. La “pasividad del hombre”

Lamentablemente, en la Caída, el pecado alteró el sistema de roles que Dios había ordenado en una competencia de voluntades. No obstante, está claro en la Palabra de Dios: “Las casadas estén sujetas a sus propios esposos como al Señor, porque el esposo es cabeza de la esposa así como Cristo es cabeza de la iglesia, y él mismo es salvador de su cuerpo. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, de igual manera las esposas lo estén a sus esposos en todo” (Efesios 5:22-24).

De manera que el hombre es cabeza de la mujer, y debe ejercer su autoridad sobre ella en humildad y obediencia a Dios.  Sin embargo, la naturaleza caída del ser humano se rebela al mandato divino, y así como a la mujer le cuesta sujetarse a su marido, al hombre le cuesta amar a su mujer como Cristo amó a la Iglesia y tratarla “como a vaso más frágil” (1 Pedro 3:7).

Entonces, cuando el espíritu de Jezabel ataca al hombre, puede inducirlo al “abuso de la mujer” o “la pasividad del hombre” o como nos gusta llamarlo “adormecimiento masculino”.

Cuando el espíritu de Jezabel ataca al varón, produce en él dos disfunciones:

  1. Abuso de la mujer.

Cuando el hombre comprende que su voluntad debe estar subordinada a la instrucción de la Palabra de Dios no usa su autoridad para subyugar a su mujer. La Biblia habla con claridad del trato amoroso que debe recibir la mujer. El apóstol Pablo escribió en el libro de Efesios: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (5:25), y el apóstol Pedro escribió: “maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil” (1 Pedro 3:7). Estos pasajes bíblicos echan por tierra la actitud tirana (de “macho”) de algunos maridos que abusan de la autoridad que Dios les ha delegado y se sienten con derecho a maltratar y, en algunos casos, a golpear a su mujer. Dicha actitud no solo revela desconocimiento o malinterpretación de las Escrituras, sino también su naturaleza humana corrompida por el pecado. El hombre que desea agradar a Dios, tratará a su esposa tal como lo enseña la Biblia.

  1. La “pasividad del hombre” o lo que llamamos “adormecimiento masculino”.

Este espíritu también está detrás del hombre que no cumple su rol ni ejerce su autoridad espiritual. En cambio, es un “varón domado”, a quien su mujer domina. O es un varón adormecido, que no cumple su rol de autoridad delegada por Dios.

Como leemos en Primera de Timoteo 2:14: “Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión”. Entonces, más bien, su caída ocurre porque Adán no obedeció a Dios, sino a su mujer que le dio a comer del árbol que Dios había prohibido (Ver Génesis 3:17). Aquí vemos claramente que Adán no ejerció su autoridad espiritual.  No es que el hombre sea superior a la mujer, sino que ese es el orden que Dios diseñó para el buen funcionamiento de la vida matrimonial. Cada vez que el marido no cumple su rol de autoridad, vemos consecuencias dentro y fuera del matrimonio.

Este es el caso de Acab, quien cede la autoridad a su esposa, la malvada Jezabel, cuando estaba frustrado porque Nabot no quiso venderle su viña. Jezabel toma la situación en sus manos y escribe una carta a los ancianos y principales que habitaban en su ciudad para desacreditar y amenazar a Nabot. Jezabel logra convencer a los hombres de la ciudad para que apedreen y maten a Nabot, y así Acab pudo tomar posesión de la viña de Nabot (1 Reyes 21:4-16). Hombres: ¡conviene escapar de mujeres como Jezabel!

Cómo se gana la batalla matrimonial contra el espíritu de Jezabel:

  1. Detectar y reconocer que el espíritu de Jezabel ha afectado a uno o ambos cónyuges.
  2. Humillarse ante Dios, pedirle perdón por haberse dejado influenciar por este espíritu maligno y renunciar a la esclavitud de ese espíritu en el nombre de Jesús.
  3. Comenzar a batallar en el espíritu, atar a ese espíritu maligno y reprenderlo en el nombre de Jesucristo. Santiago 4:7 dice: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”. (Si no sabes cómo hacerlo, busca ayuda de los líderes espirituales de una iglesia cristiana para que te ayuden).
  4. Pedir al Espíritu Santo que produzca en ambos cónyuges el carácter de Jesucristo (obediencia, santidad, respeto) y practicar los principios de la Palabra de Dios para el matrimonio.

Una buena pregunta para formularnos es: ¿En qué áreas hemos tolerado al espíritu de Jezabel individualmente y como matrimonio? En Apocalipsis 2:23 el Señor declara: “Yo soy el que escudriño la mente y el corazón”. El Espíritu de Jezabel opera en aquellos que le dan lugar, es decir, donde reina una actitud tolerante y débil, que cede ante el ataque de Jezabel. Debemos estar alertas para detectar cualquier posible acción perversa del espíritu de Jezabel.

¡Es tiempo de levantarnos con la autoridad de Dios para cuidar la salud espiritual de nuestro matrimonio!

Puedes hacer esta oración: Padre celestial, nos sometemos a ti y a tus principios divinos. Perdona nuestra tolerancia al espíritu de Jezabel, tanto en nuestra mente como en nuestras obras. Ayúdanos a vivir en pureza, mansedumbre y santidad de corazón. Gracias porque cuando nos sometemos a ti, tenemos fortaleza sobrenatural y autoridad espiritual para resistir al diablo. En el nombre de Jesús, atamos al espíritu de Jezabel. Derribamos las fortalezas de sus pensamientos sobre nuestra mente y nuestro matrimonio. Cubrimos con la sangre preciosa de nuestro Señor Jesucristo nuestra vida y nuestro matrimonio.

En el nombre de Jesús. Amén.

 


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