HACIA UN MATRIMONIO SALUDABLE

HACIA UN MATRIMONIAL SALUDABLE

Sin dudas, hay actitudes, palabras, acciones y experiencias, que perjudican toda relación matrimonial sin importar cuán “buenas personas” sean sus cónyuges.

Cada uno somos el subproducto de lo que hemos vivido en el pasado y, de manera inconsciente, muchas veces tenemos ciertas actitudes y reacciones que hieren a nuestro cónyuge y no colaboran al bienestar y la plenitud en la relación matrimonial.

Entre las principales actitudes, situaciones y experiencias, que atentan contra la relación conyugal, se encuentran:

  1. Egoísmo

El egoísmo es una de las actitudes que más dañan la relación conyugal. Según el diccionario de la Real Academia Española, es un “inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás”. El matrimonio, como toda relación interpersonal, no es inmune al egoísmo. La fuerza del egoísmo es tan fuerte, que puede apagar lentamente el amor y distanciar a los cónyuges, aunque vivan bajo el mismo techo.

¿La solución? Practicar el amor sobrenatural de Dios revelado en 1 Corintios 13:4-7: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.

  1. Heridas del alma no sanadas

Estas son las situaciones vividas que nos han herido y, con el paso del tiempo, no hemos podido superar. Las heridas interiores del alma no sanadas nos producen dolor, y el recuerdo negativo de esos momentos del pasado a menudo pueden llegar a atormentarnos. No hemos podido olvidar. Por eso no podemos dar vuelta esa página en nuestra vida que nos angustia y no podemos disfrutar de una vida matrimonial saludable.

¿La solución? Recibir la sanidad emocional que viene por la presencia del Espíritu Santo revelada en Isaías 61:1-3: “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados; a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado”.

  1. Frustraciones y complejos

Las frustraciones son el resultado de aquellas cosas que a través de los años no hemos podido obtener. Son vivencias negativas y desventuradas, que afectan nuestra actitud en la vida, y son independientes de nuestra personalidad.

Los complejos son emociones generalmente reprimidas y asociadas a experiencias que perturban nuestro comportamiento. Esas cosas que no hemos podido lograr en la vida nos producen un espíritu de conmiseración, que nos hace sentir inferiores y en desventaja al compararnos con otros (y, por lo general, nos comparamos solo con aquellos que nos superan).

¿La solución? Renovar nuestra manera de pensar según Romanos 12:2: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.

  1. Trasfondo familiar

El trasfondo familiar es la sumatoria de varias cosas, como, por ejemplo, donde hemos nacido y vivido, como hemos sido criados, con quién o quiénes hemos vivido y lo que hemos experimentado en ese contexto. Todas esas vivencias, entre otras cosas, formará nuestro trasfondo familiar, que llevaremos a cuestas durante toda la vida y, por cierto, al matrimonio. Si tuvimos un buen trasfondo familiar éste será un ingrediente a favor. Sin embargo, si no fue así, nuestro trasfondo familiar puede provocar grandes desdichas en la relación conyugal.

¿La solución? Practicar los principios creacionales de Dios para el matrimonio porque “Dios hace habitar en familia a los desamparados” (Salmos 68:6).

Para concluir

Examina tu vida para detectar si alguna de estas cosas puede estar afectando tu relación conyugal. Luego da lugar a la presencia del Espíritu Santo para que te sane, te perfeccione y te transforme en un canal de bendición para tu cónyuge y tu matrimonio. Si notas este patrón en la vida de tu esposo/a, ora al Señor. Solo Él puede cambiar el corazón de tu cónyuge, y ayudarles a desarrollar una buena relación matrimonial.

“Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él hará” (Salmos 37:5).

Dios te bendiga.

Ritchie y Rosa Pugliese


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