CUANDO EL AMOR SE ACABA

Muchos preguntan qué pasa cuando el amor se acaba… porque con amor todo es mucho más fácil. Con amor, el más grande de los problemas parece insignificante. Con amor, los errores de nuestro cónyuge no nos molestan tanto. Con amor, podemos enfrentar las adversidades de la vida en unidad. Con amor, podemos resolver las discusiones con un espíritu de reconciliación. Sin lugar a dudas, el amor es uno de los pilares fundamentales del matrimonio.

Sin embargo, ¿se puede acabar el amor?  Para responder esta pregunta, debemos conocer primero las clases de amor según los griegos:

Eros: La mitología griega consideraba a EROS como el Dios del amor, sin embargo, éste solo representaba la parte carnal, el deseo y la atracción sexual. Este tipo de amor es fugaz, determina el inicio de una aventura romántica en la pareja.  El amor EROS es un sentimiento impulsado por la pasión y el deseo carnal. Es ese enamoramiento, que nos produce una sensación de mariposas en el estómago y nos lleva a pensar todo el tiempo en la persona amada. Según los estudios y las investigaciones, el enamoramiento causa un estado de hiperactividad neuronal que desgasta el cerebro, por ello tiene un tiempo máximo de duración de no más de tres años.

Storgé: Conocido también como amor fraternal. La lealtad rige este tipo de afecto que desarrollamos hacia nuestra familia, compañeros y amigos. Bajo esta definición se dan las relaciones en que el compromiso es fundamental, incluso podemos sentirlo hacia alguna mascota o cualquier cosa que despierte el deseo de cuidarnos mutuamente. Los griegos aseguraban que es necesario tener un conocimiento amplio del otro para poder sentir esta clase de amor.

Fileo: Su palabra es ‘hermandad’. La intención de este tipo de amor es promover el bien común y la cooperación con otros seres humanos en cualquier convivencia. Tiene mucho más que ver con la psicología social y la manera de interactuar con otras personas dentro de un ambiente determinado. La solidaridad juega un papel importante en este tipo de amor, que podríamos compararlo al de la amistad. Este tipo de amor es el que nos mueve a ser amables con los otros y a trabajar en equipo.

El amor eros, storgé y fileo pertenecen a la categoría de amor humano, que está basado en los sentimientos y depende absolutamente del estímulo externo. Son amores egoístas, que solo se brindan al otro, si reciben del otro; pero apenas dejan de recibir, se apagan.

Entonces, si el amor se acaba, ¿cómo podemos disfrutar de una relación estable y duradera en el matrimonio? La respuesta es: con el amor ágape.

Ágape: Este amor representa el concepto más profundo de la palabra. Es el amor que proviene de Dios.  Es divino, sobrenatural, sacrificial. No depende de los sentimientos. Es un amor incondicional y abnegado, que da sin esperar nada a cambio. La prioridad de este amor es siempre el bienestar del ser amado.  El amor ágape hace que el hombre y la mujer se sientan completos y realizados. Este amor no sólo toma el corazón, sino también la mente y la voluntad. El verdadero amor nace de la voluntad y se convierte en sentimiento, no al revés. Sólo Dios ama sin ningún esfuerzo o sin necesidad de ejercer su voluntad; porque Él es la esencia misma del amor. Por eso “el que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (1 Juan 4:8).

Practicar este tipo de amor no es nada fácil. Sin embargo, la Biblia dice que “Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado” (Romanos 5:5). De modo que si amamos a Dios y somos obedientes a su Palabra, su amor se manifiesta en nosotros y adquirimos la capacidad de dar, escuchar, tolerar, perdonar, recapacitar, vencer el egoísmo, vencer el orgullo y…  amar a nuestro cónyuge incondicionalmente.

El resultado será un matrimonio sano. Aunque puede que no sea perfecto, estará unido en amor ágape; un amor que no depende de los sentimientos, sino de la decisión de amar.  Y cuando decidimos amar, pase lo que pase, sea lo que sea, el Señor respalda nuestra decisión y derrama en nosotros su amor… un amor que no se apaga.

“Fuerte es el amor, como la muerte, y tenaz la pasión, como el sepulcro. Como llama divina es el fuego ardiente del amor. Ni las muchas aguas pueden apagarlo, ni los ríos pueden extinguirlo” (Cantares 8:6-7).

Muchos se despiertan en medio de los conflictos de la vida diaria y se dan cuenta de que “no sienten amor” por su cónyuge. Es allí cuando aparece la confusión y expresan “ya no lo/a amo”. Sin embargo, lo que “no sienten” es ese primer enamoramiento que, según los investigadores, solo dura dos o tres años. Los mismos investigadores afirman que las parejas suelen repetir el ciclo de enamoramiento. Es decir, cuando pasa cierto tiempo, las personas vuelven a buscar la sensación de placer que se genera al inicio de la relación. Es aquí, donde muchos hombres y mujeres caen en la trampa, porque piensan que deben buscar esa sensación de placer en otra pareja, mientras podrían lograrlo con su mismo cónyuge. Solo basta con alimentar cada día ese amor a través de detalles, caricias y palabras de afecto, aprecio, elogio, agradecimiento, reconocimiento, etcétera.

Si el amor en tu matrimonio se ha desgastado o acabado, no te rindas.  En primer lugar, toma la decisión de buscar a Dios, amarlo con todas tus fuerzas y crecer en obediencia a su Palabra, y Él será fiel en derramar sobre ti el amor ágape que necesitas.  En segundo lugar, busca avivar la llama del amor conyugal. Quizás te cueste al principio, pero con buena disposición, un corazón sincero y la presencia de Dios en tu vida, volverás a sentir el mismo amor que, en un principio, te atrajo a tu cónyuge. Y recuerda que el verdadero amor nace de la voluntad y se convierte en sentimiento, no al revés. La decisión es tuya. Y Dios respaldará tu decisión.

Ritchie y Rosa Pugliese

* Fuente de información: Culturagenial.com

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